María Antonia Gutiérrez Bueno

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Esta imagen no tiene nada de especial. Un hombre consulta su teléfono móvil mientras una mujer que acaba de salir de la Biblioteca Nacional en Madrid se sienta en la escalera a tomar el sol o a esperar a alguien.

Hasta el año 1837 esta escena sería impensable. No por el teléfono móvil, que también, sino porque hasta ese año a las mujeres no les estaba permitido entrar en la Biblioteca por una razón muy sencilla, distraían a aquellos que habían acudido a leer o estudiar, que no eran otros que los hombres.

En las Constituciones de la Real Biblioteca de 2 de enero de 1716 era algo tan evidente que no constaba quién tenía permitido el acceso.

Constituciones de 1762. (fuente).

En las Constituciones de 1762, en el punto VII del capítulo 1 sí se menciona a las mujeres y dice textualmente:

“Tampoco permitirá que se entre en ella con gorro, cofia, pelo atado, embozo, ú otro trage indecente, ó sospechoso, ni Muger alguna en días y horas de estudio; pues para ver la Bibliotheca podrán ir en los feriados, con permiso del Bibliothecario mayor.”

Es decir, las mujeres podían entrar, pero solo los días de visita turística, fuera del horario laboral y con permiso del bibliotecario. No tenían por lo tanto acceso a la sala de lectura con el pretexto de que molestaban al resto de usuarios. Por supuesto tampoco había ninguna bibliotecaria. Para ellas la ley era tajante, se mira, pero no se toca.

En 1837, una mujer hizo historia al solicitar permiso para consultar los libros, empezando así una batalla contra los prejuicios y las tradiciones absurdas.

María Antonia Gutiérrez Bueno y Ahoiz nació el 17 de enero de 1781 en Madrid. Fue la tercera y última hija del matrimonio compuesto por Pedro Gutiérrez Bueno, natural de Cáceres, y Mariana Ahoiz y Navarro, procedente de Pamplona.

María Antonia creció rodeada de diccionarios de diferentes lenguas (francés y portugués), manuales, ortografías, gramáticas, tratados de química y farmacopeas, entre otros. Este hecho se explica por la profesión desempañada por su padre, farmacéutico y uno de los hombres más importantes de la ciencia de la época en contacto con académicos y químicos como Antoine Lavoisier y amigo de Leandro Fernández de Moratín, quien fue Bibliotecario Mayor de la Biblioteca Real en 1811 y 1812 y que apodó “Toinette” a Antonia.

A finales del año 1802 y con casi 22 años de edad, María Antonia Gutiérrez Bueno y Ahoiz inició los trámites formales para contraer matrimonio con Antonio Francisco de Arnaud con el apoyo y el consentimiento de su padre.

Antonio Arnaud había nacido en San Remo. En 1802 residía en Madrid dando clase de medicina. Previamente había vivido en París, Florencia y Pisa dedicándose igualmente al estudio de la medicina y las ciencias naturales. Posiblemente el vínculo de las ciencias entre Arnaud y el padre de Antonia hizo que se conocieran. Incluso el padre estuvo interesado en que el enlace se efectuara lo más pronto posible por dos motivos:

El primero porque recibió la orden por la que «debe partir con prontitud para analizar las aguas de Lupiana por orden de S.M». El segundo, porque su hija estaba enferma y por ello, «ruega que se eviten los retrasos en el proceso legal».

Veamos qué enfermedad tenía María Antonia.

Juan Manuel Pérez, Catedrático de Física experimental del Real Seminario de Nobles y Profesor de Medicina, expidió un certificado médico el 16 de diciembre de 1802 en el que exponía lo siguiente:

“Certifico que Doña María Antonia Gutiérrez Bueno, fue acometida de un violento insulto histérico convulsivo, que se le repite con frecuenta, á [sic] principios del presente mes, cuya causa parece una vehemente pasión de animo [sic] producida por motivos que están bien patentes en el tribunal; y que para evitar que se radiquen, juzgo sería conducente que se acelerase y llevase a efecto quanto [sic] antes el proyecto comenzado; con cuya diligencia cesará la causa.”

Según este informe, a María Antonia se le atribuyó un problema de salud de histeria femenina que se utilizó como motivo para acelerar su matrimonio. La histeria era una enfermedad atribuida en el siglo XIX a la mujer a través de la constitución de su aparato reproductor femenino. En términos etimológicos, histeria proviene del francés «hystérie» que, a su misma vez, procede del griego «ὑστέρα» que significa «útero». Según las teorías de la época, los fenómenos histéricos derivados de la sexualidad y la represión del deseo fueron adjudicados al sexo femenino; estas ideas sobrevivieron hasta mediados del siglo XIX diagnosticando como enfermas a aquellas mujeres demasiado activas sexualmente y cuyo deseo estaba reprimido.

Pierre Briquet, un médico francés escribió:

“La mujer tiene una misión noble y sumamente importante en la sociedad, la de criar a la infancia, y cuidar y velar por el bienestar de la vejez. Para cumplir este propósito, ha sido dotada de un modo especial de sensibilidad que es muy diferente de la del hombre. Es en este modo de sensibilidad donde reside el origen de la histeria.”

Si bien había opiniones científicas contrarias a considerar la histeria como una enfermedad y en el siglo XX afortunadamente dejó de serlo, las ideas tradicionales estaban aún muy arraigadas y utilizadas como pretexto para impedir y negar la presencia femenina en ciertos sectores laborales. Según este discurso la mujer debía evitar los oficios que le sometieran a fuertes impresiones, negando para ella los roles principales de la sociedad en los ámbitos públicos.

Por tanto, suponemos que los «violentos insultos histéricos convulsivos» padecidos por María Antonia antes de casarse pudieron ser utilizados como argumento para agilizar un matrimonio que, de alguna forma, la privase del entorno público, de la investigación y de la traducción, ya que el propio médico insinuaba que cuanto antes se efectuase el enlace, antes se lograría un «cese» de la enfermedad. Sin embargo, María Antonia fue una mujer fuerte que no estaba dispuesta a dedicarse exclusivamente al cuidado de su hogar.

Un año después, el 15 de septiembre de 1803 nació su único hijo, Antonio Nicomedes Rogelio Luis d’Arnaud Gutiérrez Bueno en Madrid. Y quince años después, el 18 de mayo de 1818, su marido falleció en San Remo. María Antonia dedicaría el resto de su vida a acompañar a su hijo, el cual emprendió la carrera diplomática trabajando en diferentes ciudades europeas, Madrid, Roma, París, Viena, Bruselas, La Haya.

María Antonia mientras realizó algunas publicaciones. La primera fue una traducción que apareció en una revista científica en el año 1800, antes de casarse y con 19 años a la que seguirían otras traducciones y en 1832 vería la luz su primer libro si bien tuvo que ser bajo pseudónimo masculino, Eugenio Ortazán y Brunet, aunque eso sí, no eligió este nombre por azar. Es un anagrama de su propio nombre. El libro se titula “Recopilación de lo más interesante que se ha publicado en abril de 1832 en la Gaceta de Francia concerniente al cólera-morbo” y en este caso, recopiló artículos científicos, inéditos hasta el momento en España, sobre la pandemia del cólera-morbo y los tradujo, aglutinando dichas traducciones en un mismo tomo cuyo objetivo era servir de manual de referencia para los profesionales de la medicina en España.

De hecho, su hijo Arnaud solicitó en 1832 una baja temporal que le permitiera viajar desde París a España o Italia para recuperarse y añade que “su salud está quebrantada a causa del cólera y padece una afección en el estómago y en las entrañas”. Dicha baja fue renovada y durante 1832 y 1833 residieron en Madrid.

En 1834 regresaron a París y en 1835 publicó el primer volumen del “Diccionario histórico y biográfico de mugeres [sic] célebres”. El libro es una selección de figuras femeninas y como reza en la primera página contiene “La historia, vida, acciones y caracteres de las mujeres que más se han distinguido en todos los tiempos y naciones por su talento, virtudes valor o crímenes.”

 Nuevamente lo escribió bajo el seudónimo de Eugenio Ortazán y Brunet y como podemos ver en la imagen siguiente está “Dedicado al Bello Sexo.” No podemos medir el grado o concepto para Gutiérrez Bueno de “bello sexo” pero lo que está claro es que está escrito por una mujer y para las mujeres.

(fuente).

Entre el 8 de septiembre de 1836 y el 10 de febrero de 1838 se produjo un cese temporal de la actividad diplomática de Antonio d’Arnaud regresando madre e hijo de nuevo a Madrid.

Fue en ese periodo cuando el 12 de enero de 1837 a sus 55 años, María Antonia Gutiérrez Bueno solicitó entrar en la Biblioteca Nacional para consultar el fondo bibliográfico y continuar su obra.

Un año antes, la Real Biblioteca había pasado a denominarse Biblioteca Nacional dependiente del Ministerio de Gobernación y ahí dirigió su instancia.

Instancia de María Antonia Gutiérrez. (fuente).

Estando publicando una obra con el título de Diccionario histórico y biográfico de mugeres [sic]  célebres bajo el nombre de D. Eugenio Ortazán y Brunet en el que se halla anagramatizado el suyo y siéndole difícil y aún imposible, a causa de sus circunstancias procurarse los libros que necesita para continuar su obra, la que se va recibiendo bastante aceptación del público, a V.E. Suplica se sirva dar a la exponente un permiso para concurrir a la Biblioteca Nacional, donde podrá hallar todos los libros que necesita para continuar su trabajo”.

Un mes después, el 16 de febrero de 1837, Joaquín García Patiño, el bibliotecario mayor envió un informe relativo a la solicitud alegando que las Constituciones prohibían la entrada a las mujeres, así como la consulta o extracción de libros. Si bien mostró su rechazo a la idea, terminó por aceptar la posibilidad de una pequeña sala situada en la planta baja:

”…Pero hay una sala en la planta baja que ahora se halla desocupada y en ella puede entregarse sin inconveniente la interesada a sus laudables estudios y complaciendo al mismo tiempo a una persona doblemente recomendable por el sexo al que pertenece y por el útil empleo que hace de sus ocios.”

Vemos en la última frase “el útil empleo que hace de sus ocios” la poca consideración que el bibliotecario tenía sobre el trabajo de María Antonia. Este informe fue respondido diez días más tarde, el 26 de febrero de 1837, por el Secretario de Estado y del Despacho de la Gobernación quien criticó la actitud del bibliotecario mayor y la prohibición de la entrada a las mujeres dirigiendo la petición de María Antonia a la reina regente, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias acompañada de un escrito en el que protestaba por la discriminación sufrida por las mujeres:

“No parece sino que el genio del oscurantismo, derrotado ya por el hombre, aun [sic] conserva su imperio sobre la muger [sic]: esta mitad del pueblo tiene todavía en España conventos donde encerrarse y no bibliotecas donde instruirse. La Ilustración de V. E. podría desterrar ese precepto bárbaro, mandando que así en la Biblioteca Nacional como en todas las públicas del Reino puedan entrar las mugeres [sic] de igual modo que los hombres.”

La reina regente determinó al día siguiente mediante una Real Orden permitir el acceso no solo a Gutiérrez Bueno, sino a todas las mujeres que quisieran asistir, orden que no fue del agrado del bibliotecario que alegó toda clase de pretextos argumentando que la sala no tenía capacidad suficiente “si llegasen a exceder del número de cinco o seis las mujeres que pretendiesen aprovecharse de ese beneficio” y que sería necesario emplear dinero en muebles (braseros, escribanías, entre otros) y en oficiales, del mismo modo en que aprovechó para reprocharle a la reina que hacía tiempo que no recibían «un solo maravedí» para poder sustentar la Biblioteca.

La reina, ya un poquito harta de Patiño, zanjó la discusión mediante un escrito fechado el 22 de marzo de 1837 “…permitiendo la entra en ella, no solamente a Dª Antonia Gutiérrez Bueno, cuya admisión iba ya implícitamente concebida en la Real Orden de 27 de febrero último, sino a todas las demás mujeres que gusten concurrir; y en el caso de que afortunadamente el número de estas exceda de 5 o 6, lo haga V. S. presente, manifestando el aumento del gasto que sea indispensable; para que S. M. resuelva lo que estime conveniente.”

En 1954 se emitió un billete de 5 pesetas con un grabado de la Biblioteca Nacional en el reverso y el busto del rey Alfonso X “El Sabio” copiada de la escultura que preside la escalera principal.

También, además de una emisión conmemorativa de plata en el año 2012, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre acuñó en 1996 una moneda de 100 pesetas dedicada a la Biblioteca Nacional con el busto del rey Juan Carlos I en el anverso.

La idea fue buena, pero además de tanto rey, tanto rey, creo que es justo hacer también una mención a través de estas líneas a la persona que abrió las puertas de la Biblioteca Nacional a todas las mujeres españolas.

O a Ángela García Rives, la primera bibliotecaria española en 1914.

Ángela García Rives. (fuente).

O a Alicia Girón, la primera mujer en dirigir la Biblioteca Nacional de España en 1990.

Alicia Girón García. (fuente).

Bibliografía

Biblioteca Nacional de España. (1762). Constituciones de la Real Biblioteca mandadas guardar por el rey nuestro señor Carlos Tercero. Obtenido de Universidad de Valladolid. Repositorio documental: https://uvadoc.uva.es/handle/10324/40438

Eugenio Ortazán y Brunet. (1835). Diccionario histórico y biográfico de mugeres célebres. Tomo primero. Obtenido de Biblioteca Digital Hispánica: https://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000264840

Gema Hernández Carralón. (6 de abril de 2012). Eva en la BNE. Obtenido de Blog BNE: https://www.bne.es/es/blog/blog-bne/eva-en-la-bne

Gema Hernández Carralón. (7 de marzo de 2013). La Eva bibliotecaria: Ángela García Rives, primera bibliotecaria española (1913). Obtenido de Blog BNE: https://www.bne.es/es/blog/blog-bne/la-eva-bibliotecaria-en-los-100-anos-del-ingreso-en-el-cuerpo-de-angela-garcia-rives-primera-bibliotecaria-espanola

Javier Pavía Fernández. (14 de febrero de 2012). La primera usuaria de la Biblioteca Nacional. Obtenido de Blog BNE: https://www.bne.es/es/blog/blog-bne/post-115

Manuel Durán Sandoval. (2015). Histéricas, sensuales y neurasténicas – Las enfermedades nerviosas y las pasiones violentas en el imaginario médico femenino. Obtenido de Open Edition: https://journals.openedition.org/nuevomundo/68307

Myriam Carreño Rivero; Carmen Colmenar Orzaes. (s.f.). 1837: La biblioteca nacional, por primera vez, abre sus puertas a la mujer. Obtenido de Revistas Universidad de Salamanca, Historia de la Educación: https://revistas.usal.es/tres/index.php/0212-0267/article/view/6701

Sandra Pérez Ramos. (s.f.). María Antonia Gutiérrez Bueno y Ahoiz (1781-1874) traductora científica y biógrafa femenina. Tesis Doctoral. Obtenido de Universitat Central de Catalunya: https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/673319/tesdoc_a2021_perez_ramos_sandra_maria_antonia.pdf?sequence=1&isAllowed=n

SEDIC. (s.f.). La gesta de Antonia Gutiérrez Bueno, la mujer que abrió el paso a las mujeres en la Biblioteca Nacional de España. Obtenido de Sociedad Española de Documentación e Información Científica: https://blog.sedic.es/2019/03/06/la-gesta-de-antonia-gutierrez-bueno-la-mujer-que-abrio-el-paso-a-las-mujeres-en-la-biblioteca-nacional-de-espana/

Tereixa Constenla. (10 de marzo de 2013). Leer era cosa de hombres. Obtenido de El País: https://elpais.com/cultura/2013/03/07/actualidad/1362683501_440362.html#

ULPGC. (20 de octubre de 2023). Exposición: «Alicia Girón García. Una vida dedicada a las bibliotecas». Obtenido de Universidad de Las Palmas de Gran Canaria: https://biblioteca.ulpgc.es/exposicion-alicia-giron

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