La isla del dinero de piedra

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La palabra criptomoneda hace referencia a la palabra griega κρῠπτός (kryptós), que significa oculto. Las criptomonedas combinan el dinero electrónico con una especie de cifrado (criptografía). Este cifrado permite proteger los activos y transacciones en criptomonedas. La tecnología que se utiliza para este fin se llama blockchain.

En una blockchain, la información sobre transacciones sucesivas se registra y cifra en una cadena. Toda la cadena está garantizada dividiendo y registrando los datos en registros descentralizados y sincronizados. La información se comparte, pero no se puede copiar ni modificar. La tecnología se puede utilizar para garantizar la integridad no solo de las transacciones financieras, sino también de títulos de propiedad, contratos, almacenamiento en la nube u otros tipos de información.

La naturaleza de las criptomonedas actuales, incluso el Bitcoin (con mayúscula me refiero a la red), la más famosa, es que no están vinculadas a una autoridad gubernamental central, se basa en una red descentralizada de ordenadores llamados “mineros”, que verifican y registran las transacciones en la cadena de bloques. Cada criptomoneda tiene su propio algoritmo y reglas específicas para el minado y emisión de nuevas unidades. Al estar fuera de la autoridad de un Banco Central que garantice su estabilidad, su valor es muy volátil y el cambio con una moneda real puede fluctuar enormemente. Por lo tanto, muchos economistas no consideran al bitcoin y otras criptomonedas una moneda propiamente dicha, sino más bien un medio de cambio o una forma de inversión.

La primera criptomoneda que empezó a operar fue el Bitcoin en enero del año 2009 sin embargo éste tuvo un precedente antes de que se inventaran los ordenadores; Incluso mucho tiempo antes de que se descubriera la electricidad.

Este disco de piedra que se conserva en el Museo Numismático de Bruselas todavía se utiliza como medio de pago en la isla de Yap, situada en el archipiélago de la Carolinas en el océano Pacífico.

Con unos 55 x 45 x 12 centímetros y un peso de 31 kg se puede calificar de pequeña.

Las piedras rai, también llamadas fae o fai son discos circulares de piedra caliza utilizados como dinero desde mediados del siglo XVIII aproximadamente hasta principios del siglo XX. Se han encontrado dos discos sin agujero fechados por radiocarbono en torno a 1636 y 1756, si bien la relación entre ellos y las piedras rai no está clara al no haber documentos escritos, siendo transmitidas las leyendas por tradición oral. Los primeros informes de jesuitas occidentales datan de principios del siglo XVIII.

Su tamaño varía desde los cinco centímetros hasta los 3,6 metros de diámetro que mide la piedra más grande que existe con un peso de cuatro toneladas.

Cuenta la leyenda que una expedición liderada por Anagumang arribó a las islas de Palaos, situadas a 450 kilómetros de Yap donde descubrieron la roca caliza, inexistente en su isla, por lo que resultó muy preciada entre sus habitantes.

Primero, Anagumang ordenó a sus hombres cortar las piedras con forma de ballena, aunque se terminó por elegir una forma circular, probablemente por su mayor facilidad de transporte al colocar un palo atravesado en el agujero central de la piedra, de forma que los hombres pudieran hacerla rodar con relativa facilidad. Aun así, las piedras de mayor tamaño pudieron precisar el esfuerzo de cientos de hombres para su transporte en balsas de bambú tiradas por canoas a remo. Una expedición a por piedras podría durar varios años y provocar la muerte de algunos miembros en las canteras o durante la travesía. Los habitantes de Palaos exigieron a cambio a los yapeses el pago de cuentas, cocos y copra por el derecho de explotar las canteras de calcita.

En 1871 un irlandés llamado David Dean O`Keefe llegó a las costas de Yap para comerciar con copra. Los isleños no tenían mucho interés en los productos occidentales y O’Keefe no era el único europeo establecido en la zona, pero fue el único que vio lo que deseaban los yapeses. Ayudó a los isleños a adquirir más piedras rai, proporcionándoles herramientas de hierro y realizando el transporte de las mismas en su flota de barcos a cambio de copra y pepinos de mar, mercancías muy valiosas en el mercado exportador del Lejano Oriente. Sin embargo, al cabo de un tiempo se produjo el problema que, con dichas herramientas, aumentó en gran medida el número de piedras existentes, lo que provocó cierto tipo de inflación y una disminución del valor de las piedras obtenidas con herramientas modernas en comparación con las más antiguas.

La historia de O’Keefe inspiró la película “His majesty O’Keefe” titulada en España “Su majestad de los mares del sur” protagonizada por Burt Lancaster y estrenada en 1954.

Aunque los dólares americanos han reemplazado a las piedras rai como moneda corriente, éstas todavía mantienen su valor, utilizándose simbólicamente de la manera tradicional entre los yapeses en acontecimientos sociales como matrimonios o herencias; pactos políticos; grandes compras como casas o terrenos o como símbolo de alianza en transacciones para pagar daños y perjuicios. Muchas de ellas se encuentran emplazadas frente a templos o caminos importantes. Aunque la propiedad de una piedra puede cambiar, no se suele mover la piedra en sí ya que los habitantes de la zona conocen el nombre y la historia de todos los propietarios de las grandes piedras, incluso son valiosas aquellas que durante su traslado terminaron en el fondo de mar como resultado del naufragio de las balsas que las transportaban desde su lugar de origen hasta Yap puesto que la tradición oral dice que existen.

En el año 1903, el antropólogo William Henry Furness III pasó varios meses en la isla de Yap y quedó asombrado por el valor que los nativos les daban a las piedras. Sus observaciones quedaron publicadas en el libro “The Island Of Stone Money UAP Of The Carolines” (1910).

Piedras rai y ristras de dinero de conchas de perla presentados a un difunto en el momento de su entierro. Fotografía tomada en 1903. (fuente).

El valor de una piedra no sólo se basa en su tamaño y la calidad de su talla, sino también en la propia historia de la piedra. El número de víctimas durante su extracción y transporte o si algún famoso navegante fue el que la transportó, el valor de la piedra se incrementa. Su valor también cambia en función de la posición social del poseedor, por ejemplo, las piedras que habían pasado por manos de personas “nobles” eran más valiosas que las de alguien común.

Furness nos cuenta en su libro que en una isla donde la comida, la bebida y la ropa confeccionada crece en los árboles, no hay necesidad de hacer trueques u otro tipo de intercambio. No necesitan dinero, pero necesitan tener un patrón de valor tangible y duradero. Ese patrón es a falta de metales (oro o plata) la piedra y su valor es proporcional al trabajo que ha supuesto la búsqueda, fabricación y transporte.

Con un fei de tres palmos de buena blancura y forma se compraba en 1903 cincuenta canastas de comida: una canasta mide aproximadamente 45 centímetros de diámetro y 25 centímetros de profundidad y la comida son raíces de taro, cocos descascarillados, ñame y plátanos; o un cerdo, o 1.000 cocos, o una concha de perla que mide la longitud de la mano más el ancho de tres dedos de la muñeca. Furness cambió un hacha pequeña y de mango corto por un buen fei blanco, de cincuenta centímetros de diámetro.

Un fei bien acabado, de unos 120 centímetros de diámetro, es el precio que generalmente se pagaba a los padres o al jefe de otra aldea como compensación por el robo de una “mispil” (una “mispil” era una mujer joven robada a otra aldea para ejercer de concubina. Este robo exigía una compensación a la parte perjudicada).

Una piedra rai en un pueblo (fuente).

Debido a la dificultad para moverlas, el empleo de las piedras rai en transacciones no requiere su manipulación física, basta con declarar que la piedra ya no te pertenece para que su propiedad sea transferida. La propiedad de cada piedra se registra en la tradición oral de los habitantes de Yap; una vez que la propiedad haya sido transferida de forma oral, la piedra rai pertenece a su nuevo dueño, sin necesidad de ponerla junto a la casa del nuevo propietario. Para que pase a formar parte de la tradición oral, es importante que la propiedad de cada piedra quede clara a todo el mundo, por lo que las transacciones de piedras rai solían ser ampliamente publicadas.

El comercio de piedras rai se detuvo a comienzos del siglo xx debido a las disputas comerciales entre los intereses de españoles y alemanes, así como la caída del precio de la copra. Recordemos que las islas Carolinas, llamadas así en honor a Carlos II fueron españolas y vendidas por el gobierno español a Alemania en 1899.

Izado de la bandera alemana sobre Yap por primera vez. Las tropas españolas y alemanas formaron juntas para presenciar el evento. (fuente).

Las canteras quedaron abandonadas y cuando los japoneses llegaron a Yap durante la Segunda Guerra Mundial, usaron gran cantidad de piedras como material de construcción (tanto de edificaciones como vías de comunicación).

Pese a su valor, el robo de un disco es muy raro, ya que los isleños los mantienen bajo una vigilancia social constante. La mayoría de los habitantes de Yap (6300 habitantes en 2003) saben quién es el dueño de las piedras y tienen un gran respeto por la propiedad de otras personas. Aparte de que ya es difícil robar una piedra de cuatro toneladas sin que nadie se dé cuenta. Se conservan alrededor de 6.000 piedras rai en la isla y varias en diferentes museos de todo el mundo.

(fuente).

Las transacciones con criptomonedas funcionan de manera parecida al sistema de los yapeses. Supongamos que un disco de piedra es un bitcoin y la memoria de un isleño un ordenador. Una Blockchain es un registro público y descentralizado donde una red de computadoras, los isleños, guardan una copia de una base de datos sobre la propiedad de un activo digital. La memoria dice cuántas unidades monetarias hay.

Los yapeses utilizan el cerebro de cada uno de los habitantes para recordar las transacciones y propiedad de todas las piedras, considerando la memoria común como única fuente y con la verdad absoluta. La tecnología Blockchain funciona de manera similar estando la información distribuida y de esta forma no puede perderse ni se pueden hacer transacciones fraudulentas.

Cuando los isleños hacen una transacción, reúnen a toda la comunidad y anuncian públicamente el cambio de propiedad de la piedra. El dinero representado por la piedra no es un objeto material, sino una idea social. No importa dónde está situada, si en un camino o en el fondo del mar, lo que importa es el valor que tiene dicha piedra. Estos “libros de contabilidad” orales son otra de las analogías. En Blockchain, cada cambio queda registrado y es inmutable sin necesidad de transportar físicamente dinero en metálico de un sitio a otro. Cambia solo el valor de las criptomonedas en la cuenta de sus propietarios, así el Libro Mayor sería el registro oral de los habitantes de la isla.

El proceso de creación de monedas también es parecido. El número de bitcoins es limitado, no se pueden crear así como así. La cantidad de piedras disponibles estaban supeditadas al trabajo de tallado y transporte hasta la isla y ya no se hacen más.

Evidentemente hay algunas diferencias, por ejemplo, todos los bitcoins son idénticos y valen lo mismo al contrario que los discos, que tienen diferente valor unos de otros. Otro aspecto es que, mientras que los propietarios de piedras son pocos y todos conocidos, los dueños de bitcoins son muchos más y gozan de una situación de anonimato, pero a grandes rasgos, cuando nacieron las criptomonedas, el sistema ya estaba inventado en una pequeña isla situada en el océano Pacífico. 

Bibliografía

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